09/03/23

Género y trabajo: La presencia de las mujeres en los espacios privados y públicos

Con motivo de la semana de la mujer y como cierre de las publicaciones realizadas fuera del ámbito estrictamente inmobiliario, compartimos un extracto del TFG de Cristina Gimeno, de la Asesoría Jurídica de FORCADELL, sobre género y trabajo focalizado en las mujeres. Analiza los factores que han condicionado el papel de la mujer hasta día de hoy en los diferentes roles que desarrolla. 

La economía se asimila al mercado, y el trabajo a la ocupación que tiene lugar en este mercado, el cual se configura a partir de un hipotético sujeto independiente, sin necesidades biológicas ni afectivas, y con unos horarios y unas condiciones que piden una dedicación exclusiva. En este contexto, las mujeres, además de ocuparse casi de la totalidad del trabajo del hogar, no asalariada, no valorada e, incluso, invisibilizada también participan, por voluntad o por necesidad, en un mercado laboral que, concebido así, las discrimina gravemente: contrataciones temporales, a tiempo parcial, salarios peores, más presencia en la economía sumergida, ocupación en sector profesionales feminizados y poco valorados, obstáculos para ocupar cargos de responsabilidad, etc. Entre otros factores que podríamos analizar, muchos datos muestran como la edad reproductiva de las mujeres y la presencia de personas dependientes a la familia tienen una relación directa con estas condiciones. La participación activa en el mercado de trabajo de las mujeres, es una condición necesaria para desarrollar el proceso de democratización y está estrechamente vinculado al modelo de sociedad y del estado de bienestar de cada país.

Así pues este modelo familiar tradicional es, en realidad, un modelo de doble presencia de las mujeres en el espacio privado y en el espacio público, al hogar y al mercado, que hace que soporten una sobrecarga de tareas y de responsabilidades que tiene consecuencias graves para su desarrollo profesional y personal, para su autonomía económica y, incluso el más grave, para su salud. Pero, además, la ausencia, la presencia intermitente y el subempleo de las mujeres en el mercado y en la economía suponen no solo una situación de desigualdad y de injusticia social, sino también una pérdida de talento para la productividad y la competitividad de las empresas que resulta insostenible en un momento como el actual.

A partir de los años 90 del siglo pasado, con los cambios sociales y del crecimiento económico sostenido las dinámicas de la ocupación femenina se fueron transformando. El cambio más significativo tiene que ver con una permanencia de las mujeres al mercado de trabajo más continuada y diversificada. Esta transformación está relacionada con la rotura del modelo tradicional de mujer dependiente, tanto económicamente como social y, sobre todo con un nivel de formación alto y un mayor empujón empresarial femenino. 

Actualmente, un número sin precedentes de mujeres tienen estudios de educación superior, por el año 2019 52,57% (INE) y acceden a lugar de toma de decisión, a modo de ejemplo en los órganos de dirección de las empresas de la Ibex 35 un 16% en 2019 (EIGE). Ciertamente hoy en día las mujeres intervienen en todo los ámbitos económicos y tienen cada vez más oportunidades de trabajo. Sin duda, los esfuerzos y las mejoras conseguidas por las mujeres en el ámbito laboral han comportado un aumento de su calidad de vida y, especialmente, de sus cuotas de libertad. Aun así todavía persisten desigualdades por razón de género, algunas de las cuales se han visto agraviadas por la crisis económica actual. En este sentido, la crisis tiene un impacto diferencial por género que no se visibiliza; se pone el énfasis público y político en la bajada de la ocupación masculina, mientras que se ocultan los efectos graves que esta situación está teniendo en las mujeres. Así, se invisibiliza que las mujeres soportan más paro de larga duración y que la protección por ellas es menor; la contratación temporal y a tiempo parcial genera menos derechos de cotizaciones, no solo para el paro sino también para la prestación de jubilación. 

La economía feminista ha analizado el género en las crisis económicas (Benería y Feldman 1992, Elson 1995 y 2010) y los estudios demostraron como afectan de manera diferente a ambos sexos las crisis económicas y que se a través de las políticas de igualdad donde se tiene que poner freno a estas divergencias a fin de que no se genere más desigualdad. Según el artículo “La desigualdad de género en las crisis económicas” (Gálvez; Rodríguez, 2013) sus autoras analizan desde la economía feminista las crisis económicas de los últimos cien años hacen patente de tres patrones a seguir a fin de salir de la crisis con más igualdad. El primero es que se sale de una crisis con el aumento del trabajo de las mujeres, seguidamente se constata que el paro masculino tiene una capacidad de recuperación más rápida que el femenino y por último la salida de la crisis comporta un paso atrás en los procesos de igualdad (regulación, políticas de igualdad) ya conseguidos en otros épocas.

Una de las barreras de género que se encuentran las mujeres es el llamado “techo de cristal” el término original “glass ceiling barriers” apareció por primera vez en los Estados Unidos en 1986, en un artículo en el diario Wall Street Journal, donde describía las barreras invisibles que se encuentran las mujeres con altas calificaciones en su formación, cuando intentaban acceder a niveles jerárquicos mes altos y topaban con un techo de vidrio. Hecho que se producen en una etapa profesional donde se muy difícil de acceder y desarrollar la carrera profesional. 

Otro obstáculo que se encuentran las mujeres es el llamado “suelo pegajoso”. Con esta metáfora se hace eco de las dificultades que las cargas domésticas, asociadas culturalmente a las mujeres, impiden su desarrollo en iguales condiciones laborales que los hombres. Un estudio realizado por Cano, el 2014 bajo el título “Madres sobrecargadas: factores que causan más dedicación de las madres al trabajo doméstico” analizó 1.926 familias, con los dos progenitores y al menos un hijo, y se analizó la relación entre las características familiares y sus cargas domésticas. La investigación demostró por un lado que había una relación estrecha entre los recursos relativos y la disponibilidad del tiempo de la madre a las tareas del hogar y la ideología de los roles de género.

Por otro lado, en los hogares donde los hombres eran colaborativos, no se reducía la jornada doméstica de las mujeres, por el contrario aumentaba la probabilidad de una dedicación más grande de las madres, hecho que se asociaba a que las tareas domésticas responden a una estrategia parental común basada en la inversión de tiempo al hogar y en las relaciones intergeneracionales.

El teletrabajo tiene más relevancia en las altas jerarquías como pueden ser los profesionales y técnicos, los directivos y los mandos intermedios, en general está más relacionado con el trabajo de alta calificación, hecho que a corto plazo puede tener consecuencias que agravien las desigualdades sociales entre trabajadores cualificados y trabajadores/as que sus trabajos sean más manuales o bien que la naturaleza del trabajo no lo permita y no tengan posibilidad de teletrabajar.

Gimeno Joan, Cristina. ‘El teletrabajo desde la perspectiva de género’. Barcelona. Universitat Oberta de Catalunya. Trabajo Final de Grado en Relaciones laborales y ocupación. Año 2021. Páginas 11, 12 y 13.

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